La Historia de la Vaca
Por Camilo Cruz, Ph.D
La historia cuenta que un viejo maestro deseaba enseñar a uno de
sus discípulos por qué muchas personas viven atadas a una vida de mediocridad y
no logran superar los obstáculos que les impiden triunfar.
No obstante, para el maestro, la lección más importante que el
joven discípulo podía aprender era observar lo que sucede cuando finalmente nos
liberamos de aquellas ataduras y comenzamos a utilizar nuestro verdadero potencial.
Para impartir su lección al joven aprendiz, aquella tarde el
maestro había decidido visitar con él algunos de los lugares más pobres y
desolados de aquella provincia. Después de caminar un largo rato encontraron la
que consideraron la más humilde de todas las viviendas.
Aquella casucha a medio derrumbarse, que se encontraba en la parte
más distante de aquel caserío, debía ser -sin duda- alguna la más pobre de
todas. Sus paredes milagrosamente se sostenían en pie, aunque amenazaban con
derribarse en cualquier momento; el improvisado techo dejaba filtrar el agua, y
la basura y los desperdicios que se acumulaban a su alrededor daban un aspecto
decrépito a la vivienda.
Sin embargo, lo más sorprendente de todo era que en aquella
casucha de 10 metros cuadrados pudiesen vivir ocho personas. El padre, la
madre, cuatro hijos y dos abuelos se las arreglaban para acomodarse en aquel
lugar.
Sus viejas vestiduras y sus cuerpos sucios y malolientes eran
prueba del estado de profunda miseria reinante.
Curiosamente, en medio de este estado de escasez y pobreza total,
esta familia contaba con una posesión poco común en tales circunstancias: una vaca. Una flacuchenta vaca que con
la escasa leche que producía, proveía a aquella familia con el poco alimento de
algún valor nutricional.
Pero más importante aún, esta vaca era la única posesión material
de algún valor con que contaba aquella familia. Era lo único que los separaba
de la miseria total.
Y allí, en medio de la basura y el desorden, pasaron la noche el
maestro y su novato discípulo. Al día siguiente, muy temprano y sin despertar a
nadie, los dos viajeros se dispusieron a continuar su camino. Salieron de la
morada y antes de emprender la marcha, el anciano maestro le dijo a su
discípulo: “Es hora de que aprendas la
lección que has venido a aprender”. Continuar leyendo Libro.pdf
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